El dúo argentino se presentó en diferentes escenarios del mundo como Barcelona, Tokio, Roma y otros.
McLuhan dijo que las tecnologías no son más que extensiones de cualquier capacidad o competencia humana. Intelectual o motora. Tangible o inteligible. Entonces la ropa resulta ser una extensión de nuestra piel así como la electricidad de nuestro sistema nervioso. La lista es larga. Podría decirse que el arte es una forma bella de prolongar aquel mundo interno más íntimo y nebuloso, incluso hasta funciona como un ordenador del caos que éste puede sufrir. Mientras las necesidades se van poniendo más quisquillosas, la tecnología acompaña esos caprichos. Es un movimiento simultáneo, una evolución antropo-tecnológica simbiótica, donde uno no avanza sin el otro. Ahora bien, el recelo y la disociación constante que el humano predica hacia la tecnología, son frutos de un miedo profundo: la pérdida de una supuesta superioridad. Esta manera de visionar la existencia, se convierte en una ruta llena de baches, donde la relación que guardamos con la tecnología pasa de constructiva a (auto)destructiva.
Desde la irrupción de la máquina en la cotidianeidad, diferentes artistas se han encargado de instalar dudas que abran debates éticos universales. De alguna manera, este es el caso de Fernando Molina y Esteban González, que se presentan hoy en la Casa de la Cultura a las 21 hs con su concierto audiovisual llamado Tríptico con entrada libre y gratuita. El espectáculo propone una experiencia bien integral e inmersiva, donde lo visual y lo sonoro se unen de una manera novedosa. “En Tríptico tenemos un montón de cosas con la mente, lo mecánico, lo corpóreo y la torpeza humana. Hicimos una forma de trabajo alrededor del error”, dice Esteban en este intento de desmitificación. Este dúo argentino busca una identidad propia en donde el sonido sea el disparador de proyecciones y estímulos visuales como respuesta espontánea. “Es un partido de ping pong donde nos tiramos de todo”, confiesa Fernando.
– ¿Cómo comenzó este proyecto?
-Esteban: Nace en 2017, Con Fer nos conocimos en un espacio de producción musical donde nos encontrábamos con distintos músicos para poner en común distintas cuestiones. En ese momento yo estaba laburando en un disco que se llama Simulaciones. Teniendo en vista los trabajos visuales de Fer, pensé que podría haber una buena comunión entre ambos, por eso lo invité…
-Fernando: A apagar un incendio me invitó. Había que hacer un vivo y en 6 días nos pudimos poner de acuerdo y salió una tocada increíble. Ahí empezamos a laburar juntos. Ya con el tiempo empezamos a conocernos más en lo expresivo, en la forma de dialogar entre lo visual y lo sonoro, en cómo uno responde al otro y al revés. En nuestras propuestas siempre estamos con los mismos sonidos y las mismas imágenes pero el discurso y la sintaxis de ese discurso es dinámica. La manera de dialogar que tenemos está absolutamente basada en la improvisación, que no significa que uno no sepa lo que va a hacer.
– La improvisación siempre se sostiene a partir de estructuras ¿Cómo la trabajan ustedes?
– FM: Lo visual y lo sonoro en cada obra están dentro de ciertos cánones y marcas. Pero cada vez que las tocamos salen cosas distintas, eso depende del momento en que se está improvisando. Entre Esteban y yo lo que hay es conocimiento mutuo. No tenemos un cable de señal que nos conecte. Es un partido de Ping Pong sin red, o sea sin comunicación. Por eso en todos los ensayos donde hay prueba y error, nos conocemos un poco más. Yo a veces le pasó a Esteban elementos visuales o imágenes suponiendo que, cuando él las reciba, le va disparar cierto patrón rítmico. Ahí es donde se empieza a generar un marco de doble discurso, en función del sonido que recibo y en función de la imagen que recibe Esteban.
– EG: Tenemos dos discursos simultáneos que se dan en tiempo real. Lo sonoro y lo visual. Donde uno dispara al otro. La improvisación se da con esos elementos discursivos, de ver la forma de expresar esa sensación que estamos viviendo en ese momento. No es improvisación sin reglas. En nuestro caso si carece de estructuras rítmicas, armónicas y melódicas. No hay una linealidad del discurso, es más como la improvisación de vivir: cuando salís de tu casa al trabajo, más o menos tenés un camino parecido, pero un día te olvidas las llaves, volvés, salís de nuevo y está lloviendo, y así. Bueno un poco trabajamos sobre ese mundo de múltiples posibilidades. Cada obra tiene ciertos límites dentro de los cuales nos movemos, por ejemplo, hay una obra que está en base a un poema. Ahí hay toda una forma. Por fuera de eso para nosotros sería otra obra distinta.

“Tríptico” se presenta hoy en la Casa de la Cultura a las 21 hs. Entrada libre y gratuita.
– Su música tiene todo un componente simbiótico entre lo humano y lo tecnológico ¿Qué lectura hacen de eso?
-EG: Así es. Más que nada es la forma en cómo nos acercamos a la tecnología, que ya tiene una identidad en sí misma. Uno la manipula, sabiendo que esa estabilidad o perfección es falsa. Nosotros aprovechamos esa situación para jugar mucho con el error, con lo roto, con el punto en donde esa herramienta se tuerce. Nosotros tocamos con tecnología, pero la primera tecnología es el ser humano. Somos la primera instancia. Por eso en Tríptico tenemos un montón de cosas con la mente, lo mecánico, lo corpóreo y la torpeza humana también. Hicimos como una forma de trabajo alrededor del error. En determinado momento donde estamos tocando suceden cosas que van más allá de lo que intencionalmente queremos que suceda. Puede salir cualquier cosa en esto.
-FM: lo ponemos un poco en términos de barrio: armamos un lindo quilombo en vivo. Se arman momentos muy interesantes de pérdidas y de reencuentros. Es una dinámica que nos exige mucho ida y vuelta, mucha respuesta inmediata del otro. Las imágenes que genero están responden al estímulo sonoro de Esteban. Pero también como programador de lo visual, yo puedo decidir en qué momento dejó de responder a eso y decidir para qué lado ir. Tampoco es que va a haber una respuesta en piloto automático, pero como siempre hay que responder con algo, sea como sea, ahí le das pie al error. Y de ahí mismo pueden surgir varias cosas geniales. Hay un disfrute del error, no entendido como falla. El error es parte importantísima de nuestra performance.
– ¿Qué buscan generar en la gente con Tríptico?
-FM: Nosotros buscamos ofrecer una performance bien inmersiva. Yo quiero que la gente salga con preguntas. Hay que ver que también hay un público para cada cosa. Todo depende de cuánto te entregas a nuestro espectáculo. Te puede encantar o pensar “esto es puro ruido”. Hay gente que se va en el medio del show, pero también hay otra que llega a la mitad del espectáculo y se queda hasta el final. Después se te acercan con preguntas o devoluciones muy interesantes. Eso es maravilloso, te quedas pensando “guau, mira lo que lo movilizó a este pibe”.
-EG: Yo espero que la gente pueda transitar nuestro show como una experiencia desde un plano más metafísico. Que esté abierta a encontrarse con cosas que la puedan sorprender. En Tríptico hay momentos, donde buscamos la paz, la quietud, y hay otros donde todo se vuelve picos y valles. A mucha gente puede gustarle y a mucha no, pero no movilizarse diría que es casi imposible. Te ves perturbado para bien o para mal. Por momentos con comodidad, por otros no. Es básicamente el hecho de decir “estamos vivos, estamos sintiendo y compartiendo esto».
-Escuchando su música uno puede llegar a pensar en escenarios futuristas o de ciencia ficción.
-FM: Nuestra música tiene una impronta tecnológica fuerte, que puede dar esas lecturas de futurismo o de Matrix. Es parte de la velocidad sonora y visual. Cuando ves y escuchas todo rápido, más la puesta en escena y todo ese clima, te lleva a pensar en eso. Pero la propuesta habla, sobre todo, del hoy, del presente. Somos absolutamente contemporáneos.
-EG: Esa parte futurista está de alguna manera, pero no es a lo que más le damos bola. Préstamos más atención al cuerpo. Buscamos generar cierto despliegue con movimientos y eso lo trabajamos cada vez más.